CIRCULO
DEL SILENCIO: Almería 11, Abril 2018
La emigración es un hecho que siempre ha
estado presente en la historia de la humanidad.
El actual fenómeno migratorio es el mayor que
ha habido a lo largo de todos los tiempos. Según datos de la ONU, actualmente
existen más de 50 millones de refugiados y cerca de 200 millones de emigrantes.
Y solemos tener una visión muy deformada de esta realidad. Solemos creer que el
problema es lo que, algunos califican como “invasión” de los países ricos por
personas procedentes de países pobres, pero la realidad es que solo una pequeña
parte de los emigrantes y desplazados acaban en los países ricos, la inmensa
mayoría, el 80 % se mueven dentro de los países empobrecidos.
Detrás de la emigración está siempre la pobreza
o la violencia.
Emigrar es un derecho fundamental e
inalienable de las personas. Toda persona tiene derecho a emigrar buscando unas
condiciones de vidas dignas para ella y su familia.
El derecho a emigrar es fundamentalmente un
derecho de los empobrecidos, y es un deber y una responsabilidad de las sociedades y de los
estados acoger a los emigrantes y de crear las condiciones necesarias para que
sea posible la vida digna de todos.
Poder emigrar para mejorar es un derecho,
tener que emigrar para sobrevivir es una injusticia.
Emigrar siempre supone problemas: el tener
que abandonar la propia tierra, la perdida de relaciones familiares, sociales,
culturales… tener que adaptarse a otra sociedad, a otra cultura, muchas veces en
situación de vulnerabilidad…
Por eso la persona emigrante que llega a un
país de acogida debe ser tratada en condiciones de igualdad, tiene derecho a un
trabajo digno y un salario justo, tiene derecho a una vivienda digna y a la
protección de la salud y la educación, tiene derecho a cultivar su propia
cultura y a la participación en la vida social del país en el que se encuentra.
Solo así reconociendo sus derechos como
personas, facilitaremos y contribuiremos a su integración.